La situación metabólica de la cerda es algo que no solemos estudiar, e incluso a veces ni siquiera tenemos en cuenta. Y eso, hablando de un animal con una exigencia productiva actualmente muy fuerte, con camadas muy numerosas con una gran demanda de leche y recursos.
La cerda de hoy es un animal lechero llegando a producir entre 9 y 12 Kg de leche al día. Si comparamos peso de leche por peso del animal, es incluso más lechera que la mayoría de las vacas de actitud láctica.
Esta capacidad productiva alcanzará su máximo potencial siempre y cuando la cerda disponga de todos los elementos necesarios: un estado de salud adecuado, una oxigenación correcta y disponibilidad de recursos para producir la leche.
Los recursos, sobre todo la grasa, se obtendrán de tres fuentes posibles: el pienso, los depósitos corporales o la transformación de las proteínas del músculo.
La ruta más eficaz es el uso del tejido graso, después el uso del pienso y finalmente el músculo.
Dependiendo de como alimentemos a las cerdas, se usará una vía u otra. Pero lo cierto es que el metabolismo hepático juega un papel fundamental en todo esto: es donde se procesan las grasas procedentes de pienso y tejido adiposo. Si el hígado no es capaz de procesar toda a grasa que le llegue, se producirán alteraciones; desde la producción de cuerpos cetónicos al hígado graso.
Por tanto, la eficacia de dicho metabolismo es crucial para que la cerda pueda llevar a cabo su función: alimentar a una camada muy prolífica.
En este aspecto debemos explorar todas las estrategias que podamos para favorecer el metabolismo hepático y por tanto ayudar a la cerda a realizar su principal función.
Una de estas alternativas son los fibratos, que pueden favorecer el metabolismo de los ácidos grasos que llegan al hígado.