Hay estudios que demuestran que las empresas que se interesan e invierten en la felicidad de sus trabajadores, son un 12% más productivas, tienen 180% más en energía, un 50% más en motivación, 40% más en autoestima y un 30% más de conseguir sus objetivos.
La felicidad es un estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar lo que desea.
En una investigación que se realizó en la University College London, descifraron cuál es la fórmula matemática de la felicidad, ahora tenemos un factor predictivo con variables concretas como la satisfacción personal y las expectativas que uno tiene.
Estamos en un continuo progreso tecnológico con una caducidad cada vez más rápida debido a la obsolescencia programada, lo que hace que estemos en constante presión de aprender cosas nuevas, esto también está pasando en el sector veterinario que en menos de diez años ha implantado la radiología digital, los TAC, la resonancia magnética y multitud de pruebas nuevas.
En principio, está tecnología está pensada para hacernos la vida más sencilla, pero la realidad es que estamos sufriendo el digerir este constante cambio y la incertidumbre, lo que nos crea ansiedad y sensación de que nos quedamos atrás, por tanto, no es difícil constatar que sufrimos de cierta infelicidad.
Esto nos lleva a pensar como veterinarios ¿Qué necesitamos para sentirnos completos? ¿Cuál es nuestro propósito de vida?
Es un área más que como profesionales tenemos que desarrollar, pero no seremos buenos veterinari@s si el resto de los factores de la vida los tenemos desatendidos como hemos visto en las cifras anteriores.
Para definir el propósito de vida, nos basaremos en cuatro grandes áreas extraídas de la filosofía japonesa, que se conoce como Ikigai, en donde se contempla: lo que te gusta hacer, que además se te da bien, que te pagan por ello y retribuyes parte de tu talento a la sociedad.
La unión de estos cuatro pilares define tu misión en la vida, tu vocación, tu profesión y tu pasión.
Otra herramienta que utilizaremos es la adaptación del triángulo o la pirámide de Dilts y su división de la vida en diferentes niveles neurológicos.
Para lo cual dividimos la pirámide en una serie de niveles. En cuya parte superior y visible está: la conducta, (qué hago en mi centro veterinario) seguida de una parte de la pirámide no visible, como serían: la base experiencial (conjunto de experiencias de la vida, experiencias que he tenido en mi vida profesional), las habilidades (aquello que se sabe hacer, realizo bien una serie de actividades como veterinario o ATV) las capacidades (lo que todavía no sabemos hacer pero que podríamos aprender), las creencias (todo lo que creo que sé del mundo, de los demás y de mi mismo), los valores (aquello que es importante para uno mismo), la identidad (rol con el que nos definimos) y el propósito (vendría a ser la misión, la visión de más allá de uno mismo, la sensación de pertenencia).
Descubrimos como estamos en cada nivel contestando a unas preguntas básicas: ¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿Qué necesito saber? ¿En que creo? ¿Qué es importante para mí? ¿Quién soy? ¿Para qué vivo?
Los niveles de más abajo de la pirámide incluyen a los que están por encima. Las preguntas van de los niveles menos profundos a los más profundos. Estas preguntas nos hacen reflexionar que conductas tenemos en nuestro día a día, que comportamientos, cómo tomamos las decisiones, en que valores nos basamos y cuál es nuestra identidad, y al final cuál es tu propósito de vida, que es tu meta como persona completa.
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