Las creencias son mensajes que tenemos fuertemente arraigados en nuestro inconsciente, de tal manera que actúan en nosotros sin que nos demos cuenta.
Seguramente, ni siquiera recordemos cuando las adquirimos, muchas veces nos fueron transmitidas por los adultos de referencia que tuvimos en la niñez: padres, tutores, maestros, familiares, un veterinario/a mentor/a, pero también por la cultura, la época y la zona geográfica en dónde nacimos.
Adquirimos las creencias en la niñez y ahora conforman un filtro a través del cual percibimos la realidad, y es, según la percepción que tenemos a través de este filtro, que actuamos y nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.
Coger conciencia de que tenemos creencias que nos pueden limitar es el principio para transformarlas.
Una creencia que hay en el sector veterinario es que debemos ser perfectos/as, es decir, tenemos que saber todo lo último, tener siempre todos los conocimientos en la cabeza, etc. Se ha demostrado que el perfeccionismo puede ser una creencia irracional que puede llegar a ser, incluso, contraproducente, porque crea estrés y ansiedad.
Existen dos tipos de creencias: las creencias limitantes y las creencias potenciadoras.
Las creencias limitantes ponen un freno a tus sueños, a tus decisiones, a tu forma de trabajar como veterinari@ o ATV. En cambio, las potenciadoras son aquellas que nos permiten avanzar, crecer y desarrollarnos confiando en nuestros propios recursos y capacidades y que nos otorgan confianza en nuestro potencial.
Las creencias limitantes, que puede que nos sirvieran en su día como una estrategia para evitar pasarlo mal, son las que hemos de cuestionar ahora desde una mirada crítica. Porque es verdad que lo que creemos determina lo que hacemos y nos afecta a lo que somos.
Los impulsores de Kahler y cómo nos influyen pueden determinar nuestra conducta.
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