4 parámetros del agua fáciles de medir y muy importantes en las medicaciones orales en granja

Autor: Nacho Fernández (DVM, PM Fatro Ibérica)

La medicación oral en agua permite tratar un gran número de animales enfermos de una forma rápida requiriendo poca mano de obra.

Pero medicar el agua en ganadería no es una tarea sencilla, por el número de animales a tratar y por la distancia que recorre el medicamento desde que se solubiliza hasta que es ingerido por los animales. Si hacemos la comparación con la medicación oral en agua en humanos, esta requiere solubilizar la dosis individual en un vaso con agua e ingerir la solución. Habitualmente hacemos una segunda solución con los frecuentes restos depositados en las paredes del vaso tras la primera toma y volvemos a ingerirla. Este procedimiento en animales es impensable.

En las granjas, habitualmente, se diluye el medicamento en un cubo y se añade a un depósito general o al depósito de una bomba de medicación, donde deberá agitarse la solución para distribuir el medicamento de forma uniforme, para luego recorrer varios metros hasta llegar al bebedero de los animales. Durante este recorrido la solubilidad/estabilidad del medicamento en la solución se verá afectada por numerosos factores (ver artículo).

Además, algunos de estos parámetros pueden estar relacionados con el consumo de agua y problemas en las instalaciones, por lo que es conveniente, siempre que sea posible, medirlos cada cierto tiempo. Conocer las características del agua de nuestra granja y controlar ciertos parámetros nos permitirá adelantarnos a posibles problemas en instalaciones y en la administración de medicaciones, así como utilizar los productos más adecuados para tener una óptima eficacia.

Los parámetros que pueden medirse con mayor facilidad son: pH, temperatura, dureza y niveles de Cl y peróxidos.

pH

El pH indica la concentración de iones hidrógeno de las soluciones, es decir, mide la acidez o alcalinidad de una disolución. Se considera un pH de agua adecuado para consumo entre 6,5 y 8. Por encima de 8 puede facilitarse el crecimiento bacteriano y se dificulta la cloración del agua. Además, pH ácidos perjudicarán la solubilidad de moléculas ácidas (p.ej: amoxicilina, sulfamida) y pH básicos complicarán la solubilidad de moléculas básicas (p. ej: doxiciclina). Por tanto, es recomendable conocer el pH del agua para saber qué productos solubilizarán mejor o si necesitaré productos con excipientes adecuados para el tipo de agua de la granja.

Para medirlo se utiliza un pHmetro, instrumento científico que mide la actividad del ion hidrógeno en soluciones acuosas. Esta medición la obtiene a partir de la diferencia de potencial eléctrico entre un electrodo de pH y un electrodo de referencia, transformado posteriormente ese voltaje en un valor de pH. Además, los pHmetros, suelen incorporar un elemento de compensación de temperatura, ya que esta es capaz de modificar la actividad de los iones.

El manejo del medidor de pH es sencillo, pero requiere calibrarlo de vez en cuando. Para ello existen soluciones a pH de referencia (normalmente 4, 7 y 9) que permitirán su calibrado. Se recomienda hacer este calibrado semanalmente si se utiliza con regularidad, mensualmente si su uso es esporádico o cuando se sospeche que ha perdido precisión.

Temperatura

La temperatura del agua tiene interés porque en verano un agua más fresca conllevará un mayor consumo de los animales y porque en invierno, aguas muy frías dificultan la solubilidad de los medicamentos. Por otro lado, temperaturas elevadas del agua una vez solubilizados los medicamentos aumentarán su velocidad de degradación y, por tanto, la pérdida de actividad. Ambos hechos serán relevantes a la hora de medicar en agua de bebida. La medición de temperatura es probablemente a la que estamos más habituados. Normalmente se utiliza un termómetro digital, que mide la temperatura a partir de la señal eléctrica producida por un sensor que se introduce en el agua.

Como recomendaciones, el agua de bebida para los animales deberá estar entre los 15 y los 25 °C para no afectar significativamente el consumo y entre los 20 y los 30°C para una fácil disolución de los medicamentos.

Dureza (EC y TDS)

La dureza del agua representa la cantidad de carbonato de calcio (CaCO3) y se calcula a partir de la suma de las concentraciones de calcio y magnesio existentes (miligramos) por cada litro de agua. Se expresa habitualmente en mg de CaCO3/litro de agua (pm de CaCO3) o grados equivalentes según la siguiente tabla:

Grado Mg/l de CaCO3
Alemán 17,8
Americano 17,2
Inglés (Clark) 14,3
Francés 10

 

La dureza del agua, según los estudios disponibles, no tiene efectos sobre la salud ni una importancia significativa en el consumo, aunque sí modifica el sabor. Sin embargo, su efecto sobre la estabilidad de los medicamentos en solución puede llegar a ser importante ya que los iones Ca++ y Mg++ tienden a formar complejos insolubles con algunas moléculas como la doxiciclina, la colistina o la amoxicilina. También tiene importancia por que aguas duras tenderán a formar depósitos de Ca pudiendo provocar obstrucciones en las conducciones y bebederos.

La forma habitual de medirla es por titulación con EDTA, agente quelante que forma complejos con los iones Ca++ y Mg++. También se puede medir de forma indirecta a través de la Conductividad Eléctrica (EC) del agua.

La conductividad eléctrica es la capacidad de que una sustancia pueda conducir la corriente eléctrica. En los líquidos esta capacidad conductora se la dan los iones positivos o negativos disueltos, por lo que será directamente proporcional a la concentración Total de Sólidos Disueltos (TDS), es decir, la dureza del agua. Por este motivo el agua destilada, al no tener iones disueltos, no conduce la electricidad.

Para medir la EC se utilizan conductivímetros (pueden ser amperímetros o potenciómetros), que miden la resistencia eléctrica que ejerce el volumen de un líquido entre dos electrodos. Igual que en el caso del pH, como la temperatura afecta a la actividad de los iones, estos aparatos suelen incluir un compensador de temperatura.

La unidad de medición utilizada comúnmente es microSiemens/cm (µS/cm), pudiendo hacer una buena aproximación entre conductividad y sólidos disueltos de 2 µS/cm = 1 ppm (mg/l de CaCO3).

Niveles de cloro o peróxidos

La higienización del agua se hace habitualmente con diferentes agentes oxidantes: ya sean derivados del cloro (hipocloritos, ácido hipocloroso, dióxido de cloro) o peróxidos. Es importante mantener una buena higienización del agua para evitar contaminaciones que puedan causar enfermedades en los animales o disminuir la producción. Estos agentes eliminan los gérmenes por oxidación, sin embargo, debe tenerse en cuenta que también son capaces de oxidar los principios activos que utilizamos para medicar el agua o, en algún caso, formar complejos que pueden resultar tóxicos.

El cloro y sus derivados son los compuestos más utilizados en ganadería para higienizar el agua. El cloro puede encontrarse en agua libre o combinado. El cloro combinado se produce por la reacción del cloro libre con iones amoniaco y otros compuestos orgánicos y tiene menor capacidad desinfectante. La suma del cloro libre y el combinado nos dará el cloro total. La legislación (RD 140/2003) establece que la concentración de cloro libre residual deberá ser inferior a 1 ppm para la red de distribución. Es recomendable que haya algo de cloro residual (>0,2 ppm) en el agua de consumo para poder actuar sobre posibles gérmenes patógenos, aunque la no presencia del mismo no implica que haya contaminación. Debemos tener en cuenta también que la eficacia del cloro para reaccionar con la materia orgánica disminuye considerablemente a pH superiores a 7.

Las mediciones más habituales en granja se pueden hacer mediante tiras reactivas, kits de Cl libre/Total o con dispositivos digitales (fotómetros). Las primeras son las más sencillas, basta con meter la tira en agua y comparar con el patrón de colores, en los kits también se compara el agua a testar, a la que se añade un reactivo, con un patrón de colores, y en los digitales la medición del agua con reactivo la hace un fotómetro.

El peróxido de hidrógeno o agua oxigenada ha sido un higienizante muy utilizado en ganadería, tiene la ventaja de no verse afectado por el pH. La desventaja principal es la estabilidad del producto final que, probablemente, junto al hecho de no haberse empleado siempre a la dosis correcta, ha llevado a un uso menor del mismo en la actualidad. Existen tiras y kits reactivos para medir muy sencillos de utilizar para medir la cantidad de peróxido en agua.

Es recomendable, siempre que sea posible, dejar de suministrar el agente oxidante cuando vayamos a medicar el agua. Esto puede resultar complicado cuando la higienización se hace para varias naves y el tratamiento en agua se destina solo a una de ellas, ya que no tendría sentido dejar de higienizar el agua de todas. Otra opción sería dejar que el higienizante se evapore en el depósito a tratar y, en cualquier caso, evitar concentraciones de cloro residual superiores a 0,5 ppm (intentar mantenerlas por debajo de 0,3 ppm para minimizar el efecto sobre las medicaciones).

 

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