
El tipo de cerda con la que trabajamos actualmente se ve afectada por una demanda energética al final de la gestación y durante la lactación muy alta, lo que favorece que se produzca un balance energético negativo. Para hacerle frente, la cerda deberá consumir sus reservas grasas corporales.
Esta grasa se metabolizará sobre todo en el hígado, produciendo la energía que se necesita para la camada y el mantenimiento. En este proceso se producen metabolitos que pueden la salud y la eficiencia del animal.
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