Autoras: Gema Chacón y Sofía Lázaro (Exopol)
Los antibióticos son herramientas imprescindibles para el tratamiento de infecciones bacterianas con el fin de preservar la sanidad animal y, por tanto, el bienestar animal y la bioseguridad alimentaria.
Sin embargo, las bacterias son capaces de desarrollar mecanismos de resistencia, comprometiendo su eficacia a medio-largo plazo. Las resistencias se pueden dividir en dos grandes grupos:
– Resistencias intrínsecas: todos los miembros de un grupo bacteriano son resistentes a un antibiótico o grupo de antibióticos. Por ejemplo: la mayoría de las bacterias Gram negativas son resistentes a macrólidos.
– Resistencias adquiridas: la bacteria puede adquirir mecanismos de resistencia que disminuyen su sensibilidad a un antimicrobiano pudiendo llegar a ser resistente al tratamiento.
En la realización de las fichas técnicas para el registro de un antibiótico se tienen en cuenta las resistencias intrínsecas, incluyendo para qué bacterias y procesos está indicado el antibiótico. El problema son las resistencias adquiridas ya que pueden llevar al fracaso del tratamiento frente a bacterias consideradas sensibles. En estos casos se hace imprescindible el estudio de sensibilidad antibiótica.
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